Cultura y arquitectura

Cultura sin arquitectura. La evolución de nuestra sociedad nos ha conducido hacia lo inevitable. A un encuentro con nuestras raíces en todas las manifestaciones que, de una forma u otra, han hecho de nuestro pueblo, un pueblo con identidad. A las manifestaciones superiores del hombre a nivel artístico y del intelecto se le define como cultura. Y cuando un pueblo crea las condiciones para la organización de una recapitulación pública de sus actividades, es evidente que ha realizado una obra. Esa obra se hace paso a paso, superando etapas, madurando las ideas, convirtiéndolas en hechos, que una vez realizados, son irreversibles. Algunos pocos son los depositarios de este inmenso patrimonio, y están a su vez obligados a guardarlo con amor y transmitirlo con firmeza, convicción y sin guardar partes de este patrimonio, del cual ellos son depositarios temporales. Las fronteras del conocimiento no pueden aislar, porque el pueblo, los hombres, mujeres y niños que lo componen, son la entidad viviente, dinámica y real herederos de los valores que llamamos cultura. La arquitectura no es un valor más, y sin lugar a dudas es el único valor al que todos tiene acceso sin importar la clase social a que pertenezcan. Es el valor que acompaña al hombre durante su sueño, cuando trabaja, come, estudia, ama, llora, o cuando se realiza. Existe un pedazo de espacio encerrado en arquitectura para cada función que el hombre hace. Los más desposeídos, a los que la vida les niega todas las otras facetas de la cultura, no les puede negar, ni por ser analfabetos, incultos, o vivir en condiciones de pobreza extrema, la gran vivencia de vivir, percibir, caminar, ver, sentir la más grande faceta de la cultura que es la arquitectura, unida con la vida misma.
Hace mucho tiempo el arquitecto y por lo tanto la arquitectura, era un valor al que se llamaba la madre de las artes y estaba destinado exclusivamente a servir a una minoría en el poder político-económico. Así los arquitectos hacían arquitectura en palacios, templos, monumentos y fortalezas y a todos los demás les estaba negado, que el arquitecto usara su conocimiento para la colectividad. Pero no se podía negar que los demás participaran e hiciera arquitectura y así vimos en el pasado surgir bellas y auténticas obras con las cuales se identifican los pueblos. Hoy llamamos a estas obras arquitectura sin arquitectos. Los pueblos se identifican con la vida misma al realizar estas obras y nos enseñaron que el arquitecto debía trabajar para todos, unirse a las realidades y a las conquistas de la civilización y no trabajar exclusivamente para unos elegidos. Se tomó conciencia de que arquitectura no era sólo las obras elitistas, sino que toda manifestación del hombre al definir su espacio, para encerrar o proteger un núcleo de vida era arquitectura, sin importar la clase social o económica. Hoy las conquistas de la arquitectura, en diferentes momentos de la historia de los pueblos, es una verdadera conquista del hombre y por lo tanto irreversible. Este hecho no se puede negar, cuando caigan las verjas psicológicas que rodean, por ejemplo, la plaza de la cultura. El primer encuentro que hará el hombre dentro de este espacio, será sin lugar a dudas con la arquitectura y al volver la mirada hacia el sitio de donde vino, también encontrará arquitectura, y entonces muchas voces se preguntarán, el porqué de la gran ausente. No es posible negarle a un pueblo endenter como debe ser el espacio para leer poesía, para ver la pintura, para ver y oír teatro, para oír música, y como es y debe de ser el espacio para vivir. No hay cultura sin arquitectura.
Por: Arquitecto Erwin Cott

 
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